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3.Sep.2014 / 10:50 am / Haga un comentario

Es un día cualquiera en una de las ciudades grandes de Venezuela, esas moles conurbadas hijas de la desigualdad. La visita prevista es a un templo del saber, a una librería, que constituyen una suerte de biblioteca con precios.
Recordando con Borges que Dios sería una suerte de Gran Bibliotecario, entramos con la reverencia de quien entra a un lugar sagrado. Oteamos esperando a ver desde qué anaquel nos grita algún autor clásico o nuevo, a sentir ese pálpito que nos hace mirar, acercarnos y acariciar algún libro y que los iluminados del marketing y las técnicas de persuasión sicológica pretenden malemplear en beneficio de la usura.
Queríamos encontrarnos con Cortázar y su celebérrima obra Rayuela, saber de la vida de La Maga y revisitar la hoja de ruta que transita un laberinto vertido en un libro. Pero no. Una bostezante dama nos dice que Rayuela no hay y que Cortázar no existe como autor en esa librería. Recibimos la pedrada con el triste convencimiento que la muchacha ni leía, ni conocía a Cortázar y, ´más pior´ decimos en el llano, ni siquiera le importaba.
Con algún optimismo, y debido a que el área de la biblioteca, que digo, la librería, era bastante grande y abundaban los libros, me apresté a curucutear con la esperanza de conseguir algún incunable, a precisar un gran clásico o, cuando menos, aprehender algo que me enseñara a entender un poquito las bellezas y complejidades del mundo, la existencia de pueblos remotos, alguna estampa de mi Patria, o cagarme de la risa un rato con una lengua viperina que narrara insólitas o picantes aventuras.
Pero la búsqueda fue infructuosa. Pasillo a pasillo, anaquel a anaquel, categoría por categoría fuimos asaltados por la fatuidad y el oropel que nos sirven en bandeja de plata los nuevos mercaderes que asaltaron el templo. Idílicas estampas de culturas extranjeras, frívolos homenajes al consumismo, chatarra de autoayuda que enseña que la impotencia o frigidez se cura con velas y Victoria´s Secret y sobre todo mucha propaganda anti socialismo, antichavismo, antipatria, ocupaba los espacios y acechaba con su arrogante cara de dominación.
¡Pero eso no es todo!, dice el lema que emplean los profetas de los infomerciales. En una sección de la librería denominada con el fresita y malinche nombre de Top Ten la carnicería ideológica era apocalíptica. Falseos históricos de dinosaurios resentidos de la política venezolana, muchos de ellos escupidos por nuestro proceso revolucionario, daban cuenta de las ´bellezas de la IV República´, de sus grandes logros y, cómo no, de sus ´´heroicas virtudes ciudadanas´´. Todo envuelto entre otros bestseller de baja estofa como la chatarra del fast food de la literatura de autoayuda, que no ayuda a nadie, sino a sus buchones editores.
Casi la mitad de las obras exhibidas eran vulgar, pútrida, pajuda y vulgar propaganda antichavista. Por eso creí sentir que largas, hermosas y peludas orejas de burro sobresalían de mi cabeza al preguntarme con brutal autocrítica porqué no fui a las Librerías del Sur. Pero también, una gran alarma me invadió al preguntarme si los esfuerzos ideológicos, propagandísticos, culturales se enfrentan a un muro gigante dominado por los modernos escribas que dominando las bases materiales de la producción cultural, convierten la anticultura en entretenimiento y nos la vomitan para placer del consumismo alienado que, no nos llamemos a engaño, crece malthusianamente y pretende estrangular nuestra cultura.
Los aparatos de dominación cultural, nos lo dice clarito el viejo Karl Marx, constituyen la línea de defensa ideológica del capitalismo y más cuando este deviene en su fase superior, el imperialismo. Por eso es menester que la ofensiva ideológica, léase en el sentido gramsciano, sea cualitativa y cuantitativamente aplastante para poder imponer el modo de pensar culto, liberador y libertario propio de los pueblos superiores, es decir, esclarecidos.
Refería un amigo del estado fronterizo del Táchira que nuestras librerías socialistas son vaciadas por ávidos compradores colombianos que ejercen, quien sabe sin saberlo, el único bachaqueo noble que gustosos y patrióticamente admitimos, el contrabando de las ideas de libertad, justicia e igualdad que los venezolanos convertimos en concreciones en la vida y las luchas cotidianas.

Por: Pedro Gerardo Nieves

 

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