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4.Ago.2014 / 09:00 am / Haga un comentario

-¿Cuántos disparos tiene alojados en su cuerpo? ¿En que países o frentes combatió? ¿Cuántas veces fue torturado o prisionero? ¿Dónde está su producción política? ¿Cuántos libros ha escrito? ¿Dónde está su trabajo de producción junto a las masas? Y todavía le pregunto, para que le dé más indignación: ¿Cuántas veces ha tenido que asumir decisiones de los mandos que no comparte en aras de preservar la Revolución?
Así preguntó, tronante, el viejo guerrillero al muchacho de la camisa Columbia con logo ministerial, zapatos Nike y brazalete del Ché que vociferaba consignas y se presentaba como “cuadro de la revolución”.
-Para mí -completó la frase el anciano- usted lo que es un hablador de pendejadas.
Este brutal encuentro dialógico, que presenciamos no sin disimular una risita barinesa, nos lleva veloces a jurungar un tema muchas veces puesto de relieve pero, pensamos nosotros, poco zambullido en las profundidades conceptuales.
“Un cuadro se forma en 30 años mínimo”, nos dice muy radicalmente otro internacionalista probado en la Revolución. Si el revolucionario o revolucionaria son la expresión más avanzada de la evolución humana, entonces el cuadro político es su exacta personificación, agrega.
Por eso es menester que abordemos la definición de un cuadro político y superemos una muy ideológica, y por tanto acientífica, conceptualización que no está exenta de prejuicios, estereotipos y propagandismos. Incluyendo los mencionados arriba del “viejo guerrillero” o la de los “30 años mínimo”.
El cuadro es un sujeto, político y politizado, que ha alcanzado un estadio superior desde el punto de vista humano, ético y revolucionario. Por tal, no se llega a este estadio mediante “un curso con estadía, refrigerio y material de apoyo” ni tampoco se obtiene luego de la lectura de una enciclopedia que antaño vendían con el argumento que eran “para el hombre que tiene prisa”. Tampoco nadie se convierte en cuadro por disfrutar de un cargo o posición burocrática. De hecho, se puede ser cuadro sin ser dirigente pero no se debería dirigir sin serlo.
Tampoco se es un cuadro si no se ha asistido a la principal universidad: la Universidad de la Vida, donde se hace praxis de la teoría. ¡No hay cuadros encerrados en oficinas con aire acondicionado, wi fi ni ambiente musical, así sean canciones de Carlos Puebla!
Nos auxilia el Ché explicándonos que el cuadro político posee valor moral, ideológico y físico (atención fumadores y gorditos) que, nada más y nada menos, se juega la vida (sí, la vida) por la Revolución. Posee el cuadro, además, poder creativo y capacidad de análisis propia, lo que lo faculta para aprehender la línea política, interpretarla, desarrollarla creativamente y llevarla a las masas. Por supuesto, que el principio cardinal de su acción política es el principio del Centralismo Democrático.
Mao Tse Tung, el Gran Timonel, nos recuerda el imprescindible método de sintonizar el sentir de las masas, sistematizar este sentir desde el partido de la Revolución, y devolverlo a las masas convertido en línea política. Ni más ni menos que la tarea estratégica de los cuadros de dirección.
¡Un cuadro político venezolano carga con honor el Morral de Chávez que nos refiere Adán en su conmovedor relato de luchas y poesía!
Por eso, desde estas cuartillas, saludamos el despliegue de nuestro sistema de formación, y elevamos estas líneas humildes para el debate que abre nuestro camarada Presidente Nicolás Maduro, nuestro Timonel Chavista.

Por: Pedro Gerardo Nieves

 

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